Don’t Doubt, Trust | No dudes, confía
January 18, 2024
Dear Families and Friends of St. Francis Xavier Parish,
“Guide me in your truth and teach me, for you are God my savior… He guides the humble to justice, and teaches the humble his way.”
I recently read a quote that said, “The Enemy didn’t tempt Adam and Eve to murder, steal, or tell a lie. He tempted them to question the Word of God.”
God asked Adam and Eve to trust Him for all they need, that he loves them and provides for them that they may have life and richly flourish. He creates each one of us, and knows how we’re made, what will help us to become all that we can be, and also what will gum up our works, which we should not choose. They didn’t need to know good and evil, they only needed to know that God loved them and that they could trust him for their happiness.
In that original temptation, the Enemy sowed the seed of doubt in that trust. The Enemy could then sit back and watch that doubt, like a bad piece of data in a complex operation, gum up the workings of their human nature, and result in the sin that would set the course for the rest of humanity: the doubt in God’s love and trustworthiness for our happiness. Every sinful choice in all of humanity is a doubt that God’s word really is the trustworthy formula for our happiness. It’s the ancient temptation that we can (or must) go against God’s word to be happy.
God’s peculiar people Israel, and especially his own incarnate Son, his Word, give us the way back to God the Father. In the inspired word of Israel, and of the New Israel in Christ, the Church, we have the antidote to the poison of sin. It is the overwhelming love that draws our focus out of ourselves and outward toward God and others, guided in its form by the sacred Word and Tradition of the Church, the holy wisdom encoded into thousands of years of prayerfully listening to God and responding with the gift of ourselves.
To our fallen humanity that focuses on self and distrust of God, it can feel like crucifixion. But in that is the life-giving death that sets us free.
God bless you and your families,
Fr. Kelley
en español
Estimadas familias y amigos de la parroquia San Francisco Xavier,
“Haz que camine con lealtad y enséñame, porque tú eres mi Dios y salvador… Él hace caminar a los humildes con rectitud, y enseña su camino a los humildes”.
Hace poco leí una cita que decía: “El enemigo no tentó a Adán y Eva a asesinar, robar o mentir. Los tentó a cuestionar la Palabra de Dios”.
Dios pidió a Adán y Eva que confiaran en Él para todo lo que necesitaban, que él los ama y les provee para que puedan tener vida y florecer en abundancia. Él nos crea a cada uno de nosotros y sabe cómo estamos hechos, qué nos ayudará a convertirnos en todo lo que podemos ser y también qué estropeará nuestras obras, que no debemos elegir. No necesitaban conocer el bien y el mal, sólo necesitaban saber que Dios los amaba y que podían confiar en él para su felicidad.
En esa tentación original, el Enemigo sembró la semilla de la duda en esa confianza. El Enemigo podría entonces sentarse y observar esa duda, como un dato erróneo en una operación compleja, arruinar el funcionamiento de su naturaleza humana y dar como resultado el pecado que marcaría el rumbo para el resto de la humanidad: la duda en el amor y la confiabilidad de Dios para nuestra felicidad. Cada elección pecaminosa en toda la humanidad es una duda de que la palabra de Dios sea realmente la fórmula confiable para nuestra felicidad. Es la antigua tentación de que podemos (o debemos) ir en contra de la palabra de Dios para ser felices.
El peculiar pueblo de Dios, Israel, y especialmente su propio Hijo encarnado, su Palabra, nos abren el camino de regreso a Dios Padre. En la palabra inspirada de Israel y del Nuevo Israel en Cristo, la Iglesia, tenemos el antídoto contra el veneno del pecado. Es el amor abrumador que saca nuestra atención de nosotros mismos y la dirige hacia Dios y los demás, guiados en su forma por la Sagrada Palabra y la Tradición de la Iglesia, la santa sabiduría codificada en miles de años de escuchar a Dios en oración y responder con el don de nosotros mismos.
Para nuestra humanidad caída que se centra en uno mismo y desconfía de Dios, puede parecer una crucifixión. Pero en eso está la muerte vivificante que nos hace libres.
Dios les bendiga a ustedes y a sus familias,
Padre Kelley